Ante el transcurso de una pandemia sanitaria, no parece pertinente volver a describir el proyecto de arquitectura, bastan unas imágenes de la obra construida y una breve descripción introductora. El hospital Clíni – co Félix Bulnes se define como un edificio de más de 127.000 m 2 construidos, para la salud, de alta complejidad, con una dotación de 523 camas, compuesto por un basamento de cuatro pisos para áreas clínicas, sobre el cual se ubican tres torres de hospitalización de cinco o seis pisos, un subterráneo para servicios clínicos y no clínicos, y dos subterráneos de estacionamientos. Patios interiores, un hall de acceso, grandes salas de espera, un helipuerto, una cafetería, y una cubierta verde, entre otros. Incluye la concesión hospitalaria de algunas áreas no clínicas. La pregunta y tema de discusión, ante una enferme – dad epidémica que se extiende en varios países, como es el caso actual del COVID-19, quizás debe guardar relación con la capacidad de flexibilidad y adaptación de lo construido y de quienes lo operan, evitando así la discusión de la última cama, que afortunadamente hasta el momento no ha llegado.

La infraestructura en funcionamiento y recientemente inaugurado, está experimentando la flexibilidad de sus espacios y la adaptación a los cambios, forzados de la pandemia. Una puesta a prueba para el edificio y su arquitectura. No sólo la adaptación del cuerpo construido sino también del personal médico, a un edificio desconocido, que hay que poner en marcha, una máquina sin calibrar, pero a máxima capacidad.

Para dar cuenta de ello, y tras un tremendo esfuerzo de todo el equipo médico y no médico del reciente inaugurado nuevo hospital que se ha visto exigido durante los últimos meses, aquí se transcriben las palabras de la directora del Hospital Clínico Félix Bulnes, Dra. Ana María Moroni, que fue consultada sobre la flexibilidad y adaptación del edificio ante la pandemia:

“El traslado y posterior uso de la infraestructura por pacientes y funcionarios fue fácil, los espacios son amplios y con una estructura bien definida, de rápido aprendizaje. El pasillo técnico y de pacientes es de gran utilidad.

Con la llegada del COVID-19 se pudo separar los espacios sin dificultad. Es el caso de la Urgencia adulto, con una espaciosa sala de espera, pudimos separar en COVID positivo y no COVID, del mismo modo su interior, pudiendo ocupar todos los recintos ya que todos cuentan con oxigenoterapia. Se redefinieron flujos con sectorización definida. Debido a la gran cantidad de pacientes adultos debimos transformar la urgencia infantil en adulto, sin ninguna dificultad, ya que los espacios lo permiten. Ésta la instalamos en Diálisis, adaptando las áreas de sillones en sala de observación. Los aislamientos se convirtieron en salas de reanimación ya que cuentan con los gases requeridos y los enchufes para todo el equipamiento necesario.

Ya que los recintos de la UPC infantil y adulto son similares, hemos ocupado sectores infantiles con pacientes adultos por la gran demanda, sin dificultad porque el estándar es igual. Del mismo modo hemos complejizado los recintos debido al requerimiento de ventilación de nuestros pacientes, de los cupos UCI originales llegamos a quintuplicarlos.

En hospitalización, los espacios de las distintas salas son amplios pudiendo reconvertirlas. Por ejemplo, un área de psiquiatría en salas de pacientes neurológicos, del mismo modo, pensionado o salas básicas. Hemos podido duplicar su capacidad, porque desde el inicio se determinó duplicar la dotación de gases clínicos. Tuvi – mos una apertura anticipada de algunos pisos y salas, logrando una dotación superior a la estimada.

Al tener un número adecuado de ascensores técnicos, hemos podido sectorizar, limitando los usos a pacientes COVID positivo o no COVID.” No ha importado si es público o privado, ppp o epc, nuevo o viejo. Ha primado la flexibilidad y capacidad de adaptación de los cuerpos construidos y los cuerpos vi – vos que los operan.