En Chile, los hospitales se diseñan con estándares superiores a otro tipo de edificaciones, lo que es poco conocido ante la opinión pública. El concepto de la mitigación de la vulnerabilidad hospitalaria es usado desde fines de los años noventa y está incorporado en los criterios de la inversión en infraestructura pública de salud. Esta experiencia bien podría ser aplicable en otros ámbitos del diseño de infraestructura, para aumentar su resiliencia en el contexto del cambio climático.
Los hospitales requieren atención especial por varios motivos. Por las funciones vitales que llevan a cabo, por su alto nivel de ocupación, por lo esencial que son ante personas con limitaciones producto de su condición de salud, además del papel fundamental que desempeñan durante una situación de desastre. Son, además, infraestructura de elevado costo, con equipamiento que bien puede superar el valor de la edificación que los contiene. El diseño conceptual de un hospital busca asegurar su “continuidad operacional” ante una catástrofe.
El hospital – el establecimiento que nos acoge en caso de enfermedad o accidente – es más relevante que nunca durante o inmediatamente después de la ocurrencia de un evento extremo. La infraestructura hospitalaria debe apoyar, en ningún caso obstaculizar, la continuidad y la calidad de las prestaciones de salud. Para lograr la continuidad del servicio se busca ante todo garantizar la seguridad de los usuarios que son especialmente vulnerables, así como la disponibilidad de servicios esenciales de los recintos hospitalarios, junto con mantener la integridad física del hospital, apoyar una comunicación efectiva entre agencias y proporcionar acceso desde y hacia el hospital para el personal y los pacientes.
RESILIENCIA Y CAPACIDAD ADAPTATIVA
La pandemia del COVID-19 ha mostrado la importancia que tiene para la salud pública contar con una red de salud robusta, y ha relevado la significativa labor de las personas que son parte de este sistema. Pero a su vez, ha visibilizado lo indispensable de contar con la infraestructura física de emergencia, ambulatoria y hospitalaria, para atender adecuadamente a la comunidad.
En esta pandemia, la flexibilidad de la infraestructura de salud ha jugado un rol preponderante, lo que le ha permitido adaptarse a las condiciones del entorno, así como la resiliencia, entendida como la capacidad de recuperar con rapidez las condiciones operativas tras un evento disruptivo. En términos generales, la capacidad adaptativa y resiliencia en el caso hospitalario no es circunstancial o espontánea, sino en gran medida planificada. Tanto en la elección de la ubicación del establecimiento, como en el Plan Maestro de un hospital, se contempla la evaluación de riesgos desde etapas muy tempranas del diseño y se incorpora en un proceso iterativo de reevaluación durante todo el desarrollo del diseño de proyecto. Incorporar flexibilidad y mitigación de la vulnerabilidad en el diseño hospitalario no es sencillo. La complejidad de los establecimientos de la red de salud se clasifica según las prestaciones médicas que estos ofrecen.
Precisamente a hospitales de mayor complejidad, se aplican más medidas de mitigación a la vulnerabilidad. Esto se enmarca en la iniciativa que la OMS promueve a nivel internacional llamada Hospital Seguro. Lograr hospitales que mitigan su vulnerabilidad requiere criterio y el conocimiento multidisciplinario de una amplia variedad de expertos. La arquitectura hospitalaria es por lo tanto una especialidad que sabe conceptualizar y gestionar la alta complejidad, e incorpora la incertidumbre en el diseño. Se une la arquitectura y las especialidades de ingeniería en un proceso de interacción reiterativa, que incrementa el valor del diseño. Cuenta además, con un proceso probado y múltiples lecciones aprendidas en los últimos 20 años de aplicación.
GESTIÓN DE DESASTRES
Cabe mencionar que el concepto de mitigación de la vulnerabilidad viene de la Gestión de Desastres, que a nivel internacional se rige bajo el Marco de Sendai 2015- 2030, que establece cuatro prioridades en esta línea: comprender el riesgo de desastres; fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para una mejor gestión; inversión en la reducción de riesgo de desastres para una mayor resiliencia y, aumentar la preparación frente a desastres para responder mejor a ellos y para una mejor recuperación, rehabilitación y reconstrucción.
La necesaria antelación y preparación (“emergency preparedness”) que requiere la Gestión de Desastres, también abarca la prevención, que busca evitar que el desastre sea gatillado. De ahí la relevancia de incorporar en el diseño de infraestructura crítica los escenariosde riesgo y lecciones aprendidas. Ya en 1994 se celebró en Yokohoma (Japón) la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres Naturales, donde se propició un enfoque más previsor que hace hincapié en la conexión económica entre los desastres y el desarrollo sostenible. En América Latina y el Caribe, la inclusión de temas de mitigación de desastres en las reformas sectoriales en salud se llevaron a cabo en la mayoría de los países, hace más de dos décadas.
El informe “Principles of Disaster Mitigation in Health Facilities” del Programa de preparación para emergencias y coordinación de socorro en casos de desastre de la Oficina Regional para las Américas de la OMS, indica que entre 1981 y 1996, un total de 93 hospitales y 538 centros de salud sufrieron daños significativos como resultado de desastres naturales en la región. Las pérdidas directas de tales eventos alcanzaron los US$3,12 mil millones durante ese período (Fuente: CEPAL). El Comité Asesor de Mitigación Hospitalaria Internacional de la OMS recomendó a fines de los 90 que las publicaciones relacionadas con la mitigación hospitalaria tuvieran un enfoque multidisciplinario. Se incorporaron en el análisis de riesgos, además del riesgo sismológico, también eventos climáticos extremos. Sobre la base de esta recomendación, se preparó una nueva edición del documento “Mitigación de Desastres en Instalaciones de Salud”.
En otro ámbito, la Global Alliance of Disaster Research Institutes (GADRI), en su carta pública en torno al COVID-19, indica que la pandemia global fue ampliamente pronosticada y décadas de investigación de desastres entregan importantes lecciones aprendidas. Sin embargo, gran parte de este conocimiento no se tradujo en una adecuada preparación de la emergencia. Esto es parte de un fenómeno más global que los expertos han identificado y denominado como “planificando para el último desastre”. La disciplina de arquitectura hospitalaria por el contrario, con un enfoque multidisciplinario y preventivo de desastres de larga data, ofrece interesantes aprendizajes para otros ámbitos de diseño de infraestructura crítica, en particular en relación con los desafíos que depara el Cambio Climático.
LA PANDEMIA
Tanto el contexto actual de la pandemia, como los escenarios climáticos de esta era y los futuros, están dejando en evidencia la vulnerabilidad en la que vivimos. Hay costos que como sociedad en su conjunto deberemos asumir en el corto plazo para fortalecer, entre diversos otros temas, la infraestructura crítica y frágil. La evidencia de los riesgos climáticos es cada vez más contundente y ampliamente respaldada por la comunidad científica. Los costos de acciones tempranas son considerablemente menores a los efectos de postergarlas.
En el caso de la infraestructura, se agrega además que el costo de incorporar mejoras en etapas tempranas de diseño suele tener costos significativamente menores. Si el beneficio parece ser cada vez más evidente, ¿porqué la demora en “tomar medidas”? Gran parte de las soluciones tecnológicas existen, pero falta el incentivo adecuado para implementarlas ante un escenario de incertidumbre o percibido con poca probabilidad de ocurrencia. Sin duda, no todo está resuelto y también la arquitectura hospitalaria tiene espacio para seguir incorporando en toda su magnitud los riesgos del cambio climático, pero existen criterios y metodologías probadas que funcionan y que deberían ser replicables. Por otra parte, existen instancias internacionales como el programa de “Climate-Smart Healthcare: Low-Carbon and Resilience Strategies for the Health Sector” del Banco Mundial, que están promoviendo estudios de caso, herra – mientas e índices.
REACTIVACIÓN SOSTENIBLE
Los estragos económicos de la pandemia actual, ha gatillado que los gobiernos de distintos países estén ofreciendo paquetes de reactivación económica con re – levantes sumas de dinero que se traducirán, en parte, en nuevas inversiones. Diversas voces del mundo académi – co, público y privado en Chile y el extranjero, han aboga – do por la relevancia de promover una reactivación verde o sostenible, que busca entre otras medidas impulsar in – fraestructura pública y privada que sea un aporte a una economía baja en emisiones y resiliente al clima. La urgencia climática, por otra parte, pone en relieve a nivel internacional lo crítico que serán los próximos diez a quince años para implementar medidas. Hay una necesidad de que estos elevados recursos sean usados de manera sustentable, para fomentar una economía baja en carbono y resiliente al clima, pues los impactos permanecerán por mucho tiempo. Es entonces esta reactivación una oportunidad única para diseñar y construir infraestructura pública y privada “climáticamente inteligente”, o quizás mejor aún, “cli – máticamente lista” (climate smart).